Varios exégetas han mencionado que los coptos se quejaron ante el Faraón por la escasez de los hijos de Israel, debido a la matanza de sus varones, y temieron que los mayores desaparecieran junto con los pequeños asesinados, de modo que ellos (los coptos) terminaran encargándose de los trabajos que solían hacer los hijos de Israel. Entonces, el Faraón ordenó que los hijos varones fueran matados un año y dejados con vida al siguiente.
Se ha mencionado que Aarón (la paz sea con él) nació en el año en que se perdonaba la vida a los hijos varones, mientras que Moisés (la paz sea con él) nació en el año en que eran asesinados. Su madre se angustió mucho por ello y tomó precauciones desde el inicio del embarazo, sin que se le notaran señales visibles de estar embarazada. Cuando dio a luz, fue inspirada a fabricar un cofrecito o una arqueta (tabut) para él, lo ató con una cuerda, y como su casa estaba junto al Nilo, lo amamantaba y, si temía que alguien viniera, lo colocaba en ese cofrecito y lo dejaba flotar en el río, sujetando el extremo de la cuerda. Cuando el peligro pasaba, tiraba de la cuerda y lo recuperaba.
{Inspiramos a la madre de Moisés: «Dale de mamar y, en caso de peligro, ponlo en el río! ¡No temas por él, no estés triste! Te lo devolveremos y haremos de él un enviado». Lo recogió la familia de Faraón, para terminar siendo para ellos enemigo y causa de tristeza. Faraón, Hamán y sus ejércitos eran pecadores. La mujer de Faraón dijo: «Mi alegría y la tuya. ¡No le mates! Quizá nos sea útil o le adoptemos como hijo»...} [28:7-9]
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